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tarjeta nie

deshumanizadas

CAMINOS MIGRATORIOS
ATRAVESADOS POR
LA BUROCRACIA,
EL RACISMO
Y EL PATRIARCADO

Un millón y medio de personas migrantes de América Latina viven en el Estado español de forma regular. Decenas de miles lo hacen de manera irregular. Situaciones de violencia derivadas de un modelo económico exportado desde Occidente con la huella de empresas españolas, las obligan a salir de sus territorios y, al llegar a suelo español, se encuentran con una extensión de estas violencias. La ley de extranjería y el sistema de asilo están impregnados de una burocracia considerada por muchas racista, que deshumaniza a aquellas que la tienen que atravesar y que vulnera especialmente la dignidad de las mujeres.

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Migrar desde
las “ex”colonias

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1 de cada 0

personas en el mundo es migrante
fuente: ONU

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migrantes

habitan en el estado español en 2021
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PROVIENEN De AMERICA LATINA
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son mujeres
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personas están en situación administrativa irregular.
fuente: por causa

La mayoría de estas migrantes, cuando llegan, tienen que luchar con un día a día precarizado y deshumanizado por no tener la documentación necesaria para trabajar legalmente, con la amenaza permanente de la deportación o la reclusión en un centro de internamiento para extranjeros (CIE)

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años

es la media de tiempo que las personas migrantes pasan en territorio español sin permiso de residencia
fuente: MINISTERI D'INTERIOR

angustia

Economía de los cuidados

deportación

Mano de OBRA BARATA

cie

ANsiedad

burocracia

Se encuentran con que tienen que descubrir y entender los entramados de una ley de extranjería que construye diferentes caminos, largos y llenos de obstáculos, para llegar a la regularidad. Y tropiezan, quienes vienen con intención de solicitar protección internacional, con un sistema de asilo altamente saturado.

Y si hablamos de población de origen diverso que ha sufrido y puede seguir sufriendo las violencias de un proceso de migración atravesado por una sociedad colonial, también hay que tener en cuenta a miles de migrantes que ya han conseguido el permiso de residencia o incluso la nacionalidad española pero que pueden seguir viviendo situaciones de racismo cotidiano.

no hay citas previas

no hay citas previas

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no hay citas previas

no hay citas previas

no hay citas previas

Todas estas personas pasan o han pasado por los complejos laberintos que el Estado español ha construido para poder residir en su territorio. La ley de extranjería (o Ley Orgánica 4/2000) y la ley de asilo (o Ley 12/2009) son las principales normas que regulan este laberinto.

La feminización de las migraciones

Desde ya hace aproximadamente tres décadas, desde América Latina migran más mujeres que hombres hacia el Estado español. Un factor importante a la hora de decidir migrar es, claramente, el idioma. El hecho de que la lengua de la que hace solo 200 años era la metrópoli de estos territorios sea la misma que ellas hablan es decisivo. Pero hay dos factores más importantes: la feminización de la pobreza en los países de origen y la demanda de trabajo en el ámbito del hogar y los cuidados en el país de destino.

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La feminización
de las migraciones

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Testimonios:

Según las Naciones Unidas, un 70% de las personas pobres en el mundo son mujeres. En el informe “Panorama social de América Latina”, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe subraya una clara feminización de la pobreza en el subcontinente, que se ha acentuado a raíz de la pandemia por la COVID-19.

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Trabajadoras del hogar en el Estado español

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Sin contrato

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De las que tienen contrato son migrantes de América Latina

Mientras que un 13% de los hombres de la región no recibe ningún ingreso propio, en el caso de las mujeres esta cifra es de un 26%, y alcanza el 37% si se suman las que solo reciben alguna ayuda del estado. Muchas de estas mujeres deciden irse lejos para encontrar una mejor situación para ellas y sus familias. “Pero no pensemos en términos de migración económica: es una migración forzosa”, explica Gabriela Poblet, antropóloga argentina migrada a Barcelona en 2001.

En el Estado español, el déficit de cuidados generado por factores como el incremento de la entrada de mujeres en el ámbito laboral, los ritmos laborales impuestos por el capitalismo o el aumento de la cantidad de personas mayores que necesitan cuidados ofrece una gran cantidad de puestos de trabajo hasta ahora precarizados. A partir de aquí, se da un fenómeno que las académicas que lo conocen bien han denominado cadenas globales de los cuidados, un proceso por el cual mujeres migradas ocupan estos lugares en el sector doméstico para llenar un vacío que tradicionalmente han cubierto las mujeres de forma no remunerada dentro de la familia. Al mismo tiempo, en su familia o comunidad de origen, el vacío de cuidados que ha dejado al migrar será cubierto por otras mujeres –a menudo abuelas, tías o hermanas–, que quedan a cargo de niños, personas dependientes y otras tareas comunitarias relacionadas con los cuidados.

La ley de extranjería es igual para todas, hombres y mujeres latinoamericanas migrantes que deberán sobrevivir durante un mínimo de tres años sin disponer de un permiso para trabajar legalmente. Pero acaba teniendo una implicación patriarcal cuando observamos la realidad de cómo afecta esta legislación a unos y a otras. La mayoría de los trabajos irregulares a los que son condenadas todas las migrantes indocumentadas se dan en condiciones precarias y deshumanizadas, pero los que realizan las mujeres en el ámbito particular se prestan a muchos más abusos y vulneraciones, incluso de derechos humanos.

Estas tareas en el ámbito de los cuidados, según Poblet, han cambiado con los años: “Antes había más trabajos de ocho horas. Era explotación, pero era más estable”. Actualmente, muchas trabajan en régimen de internas, 24 horas y siete días la semana, con muy pocos descansos, o “les toca trabajar dos horas aquí, una hora en otro municipio, cuidar de un abuelo que al cabo de dos semanas ya entra en una residencia, etc.”, apunta la antropóloga.

El hecho de que esta tarea se lleve a cabo en el ámbito privado la convierte, por un lado, en un trabajo que fácilmente se podrá dar de forma irregular porque no habrá inspecciones de trabajo y, por otra, en un trabajo que concentra abusos de todo tipo hacia las mujeres que lo desarrollan. “Tienes que callar, escuchar y someterte a muchos maltratos, malas formas, con la promesa de que llegará el día en que lograrás la meta de los tres años”, explica Susana Espinosa, migrante peruana.

Una ley “perversa”

La ley de extranjería permite la entrada de miles de migrantes, que se ven obligadas a vivir en la precariedad de la irregularidad durante al menos tres años.

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una ley
perversa

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trayectoria de la regularización:

susana
espinosa

perú

Administrativa y migrante en situación irregular. Ya lleva más de tres años empadronada pero no encuentra contrato de trabajo.

Susana Espinoza llegó al Estado español sola. Dejó a sus hijos en Perú a cargo de su madre y convencida de la necesidad de escapar “de una relación y una sociedad machistas”. Al llegar, gracias a unas redes informales no del todo sólidas, inició un periplo por varias casas de personas que la acogieron de solidariamente en “unos meses de mucha angustia”, durante los cuales trabajó en jornadas infinitas vendiendo comida en el metro y limpiando casas. A pesar de todo, la situación la compensaba, ya que prefería “estar lejos de mis hijos pero que pudieran comer” con el dinero que les enviaba y veía cerca el día en que todo mejoraría.

Cuatro años después y a base de mucho “sudor y sufrimiento”, como explica, ha conseguido suficiente estabilidad como para traer a sus hijos a este nuevo territorio, pero los tres viven en una situación irregular que los persigue allá donde vayan. “Es muy duro ver cómo mi hijo se frustra porque no puede participar en torneos de fútbol, que es lo que más le gusta, por no tener papeles”, denuncia.

Como Espinoza, hay entre 475.000 y 514.000 personas viviendo en el Estado español en situación irregular, según estimaciones de la Fundación porCausa, miembro del movimiento Regularización Ya. Medio millón de personas que, en su día a día vivido desde la irregularidad, comprueban que no tienen reconocidos gran parte de sus derechos humanos fundamentales y, por lo tanto, son deshumanizadas de muchas formas. De estas, aproximadamente un 77% procede de Centro y Sudamérica, el colectivo que presenta las mayores tasas de irregularidad. Todas ellas se ven atravesadas por la Ley Orgánica 4/2000, conocida como ley de extranjería, que regula la entrada y la estancia de la población extracomunitaria.

Gabriela
Poblet

Argentina

Antropóloga migrada hace 20 años especializada en La feminización de las migraciones.

“La ley de extranjería y el régimen de fronteras son instrumentos perversos del Estado que permiten un cierre parcial a las personas de fuera, pero dejando abierta una fisura para que entre mano de obra barata”, asegura Gabriela Poblet. “Realmente, somos un mal necesario para España”, se lamenta Espinoza recordando los tiempos de confinamiento por la COVID-19. Durante diez meses no salió de la casa de una señora mayor, en el barrio barcelonés de Les Corts, donde trabajaba como cuidadora interna sin descanso, 24 horas al día, por 550 euros mensuales.

"Trabajaba como cuidadora interna sin descanso, 24 horas al día, por 550 euros mensuales".

“Encontraron una forma para que recogieran la basura en la puerta: llegué a estar tres meses sin pisar la calle”, relata. Condiciones de esclavitud moderna que cualquier persona con una situación regular denunciaría. Y es esta una de las emociones que atraviesa toda persona migrante sin papeles: el miedo, el temor a denunciar o acceder a cualquier servicio que tenga que ver con instituciones públicas y que pueda significar una detención, un traslado a un centro de internamiento de extranjeros (CIE) y una deportación.

Miedo, incluso, a ir a pedir ayudas para la alimentación o la vivienda a Servicios Sociales. Y, a pesar de este miedo, un 27% de las ayudas que se ofrecen desde el departamento de Servicios Sociales de una ciudad como Barcelona llega a familias extranjeras, en situación regular e irregular, según datos de este departamento –un porcentaje comprensible si tenemos en cuenta que, si en el Estado español un 12% de la población es extranjera, en Barcelona este porcentaje sube al 22%.

02.01

Una ley racista

La ley de extranjería “se basa en un absoluto prejuicio étnico, producido por siglos de colonialismo, que considera a las personas extranjeras, en concreto a las sudamericanas, sujetos inferiores”.

Debido a su situación geográfica, que lo convierte en una de las puertas a Europa, en 1985 el Estado español aprobaba por primera vez una ley destinada íntegramente a legislar en materia migratoria. El objetivo no era otro que restringir la llegada de personas extranjeras al territorio y condenar a la irregularidad a aquellas que ya vivían en él. La ley ha sufrido distintas reformas orientadas principalmente a hacer más complejos algunos de los obstáculos para la regularización de las personas extranjeras y a favorecer el retorno, aumentando la estancia máxima en un CIE o conmutando penas de prisión por la expulsión del país.

Victoria
Canalla

Argentina

Cuidadora de niños y activista migrante. Miembro del movimiento Regularización Ya.

La última reforma entró en vigor el pasado mes de agosto y, una vez más, lejos de beneficiar a las personas residentes irregularmente en el Estado español, apuesta por la contratación en origen y la migración circular, es decir, la temporalidad. Esta reforma incorpora también una nueva forma de tramitar el arraigo –hasta ahora social, laboral o familiar– para las personas que ya tengan dos años de empadronamiento y se comprometan a cursar una formación dentro de los ámbitos laborales donde hay demanda. “Es una reforma totalmente mercantilista”, asegura Victoria Canalla, ya que “tiene como objetivo lo que le conviene al mercado laboral español y no la consecución de derechos”. Y teme que el nuevo arraigo por formación se limite solo a “tareas de limpieza o construcción, lo de siempre”.

“No es una ley garantista, sino que crea una situación de no derechos que implica la exclusión de una minoría, exponiéndola a la violencia al quedar fuera de las políticas públicas".

La ley de extranjería “se basa en un absoluto prejuicio étnico, producido por siglos de colonialismo, que considera a las personas extranjeras, en concreto a las sudamericanas, sujetos inferiores”, asegura Gabriela Poblet. En palabras de la activista argentina Victoria Canalla, “se trata de una ley racista porque contempla a quien viene de fuera como un sujeto diferente: el otro”. “No es una ley garantista, sino que crea una situación de no derechos que implica la exclusión de una minoría, exponiéndola a la violencia al quedar fuera de las políticas públicas y obligándola constantemente a sortear obstáculos”, añade.

Eli
González

Nicaragua

Farmacéutica refugiada. Le denegaron el asilo y está tramitando el arraigo social.

““El Estado ejerce un racismo institucional inhumano que te pone trabas para cualquier trámite”, denuncia Eli González, exiliada desde Nicaragua, madre y solicitante de asilo a quien han denegado la protección internacional. Este racismo implícito en la ley se hace visible cuando las personas migradas deben enfrentarse a las instituciones españolas, a las que a menudo temen.

González denuncia la “situación ridiculizante” que vivió desde su primera gestión con Extranjería, esperando, de madrugada, durante muchas horas en una larga cola en la calle para poder acceder a una cita previa para ser atendida. Desde la pandemia, las largas colas en la puerta de cualquier oficina de extranjería o de asilo se han convertido en horas y horas ante la pantalla para tratar de conseguir virtualmente una cita.

Actualmente, esta tarea es imposible. La saturación de estas oficinas ha creado, durante los últimos dos años, un mercado irregular de citas, que, por mucho que ha sido denunciado a instituciones públicas desde colectivos y entidades, de momento no ha sido abordado. Y si ya eran poco accesibles los procesos de extranjería y asilo, ahora, con tarifas de hasta 200 euros por una cita previa, lo son mucho menos.

Esta violencia se suma a la situación de sometimiento, miedo y explotación laboral que para muchas migrantes –según el propio ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá– dura una media de siete años y medio. Esto quiere decir que para algunas migrantes esta situación se alarga durante cuatro años, pero para otras puede llegar hasta doce: doce años sin derechos.

02.02

Regularización

“La ley nos quita la posibilidad de tener los mismos derechos que el resto de personas y nos deja en un limbo legal durante al menos tres años, durante los cuales seremos explotadas trabajando de manera irregular. Y para salir de aquí tenemos que hacer de todo y más”

Según distintos estudios, en el Estado español, el colectivo de personas extranjeras está sobrerepresentado en los índices de pobreza. La lista de dificultades y obstáculos para conseguir lo que cualquier persona necesita es larga. Un nombre extranjero, el color de la piel o la sencilla ausencia de un DNI español imposibilitan muchas veces el acceso a uno de los principales derechos humanos: la vivienda.

Las personas y los fondos buitres propietarios alegarán que personas sin papeles, sin un contrato laboral y a menudo sin una cuenta corriente en el banco no tienen suficientes garantías para firmar un contrato como inquilinas. Al mismo tiempo, la irregularidad no les permite tener un contrato de trabajo ni, por lo tanto, cotizar para tener algún día una prestación de paro o una pensión, de tal forma que el pez se muerde la cola: ni techo ni trabajo garantizados.

La economía sumergida es el único camino. Así pues, la ley de extranjería es responsable y creadora de esta economía informal que el mismo Estado dice combatir.

Ana Isabel
Ríos

Colombia

estudiante de máster y migrante. Pagó 3.000 euros para poder obtener la residencia a través del arraigo familiar.

La economía sumergida es el único camino. Así pues, la ley de extranjería es responsable y creadora de esta economía informal que el mismo Estado dice combatir. Otro pez que se muerde la cola. “La ley nos quita la posibilidad de tener los mismos derechos que el resto de personas y nos deja en un limbo legal durante al menos tres años, durante los cuales seremos explotadas trabajando de manera irregular. Y para salir de aquí tenemos que hacer de todo y más”, asegura Ana Isabel Ríos, una migrante colombiana que prefiere guardar el anonimato por el riesgo al que se expondrá al denunciar la forma mediante la cual consiguió la residencia.

Los recorridos para “salir de aquí”, de un inevitable agujero negro, son diversos. El primer paso, imprescindible para todas y que –a pesar de que debería ser muy sencillo– a menudo no está siendo garantizado por las administraciones públicas, es el empadronamiento. Aparecer en el registro del padrón del municipio español donde la persona extranjera resida será la garantía de otros derechos como la salud o la educación de menores.

El derecho al empadronamiento es, la puerta hacia los demás derechos. Por ley, todos los ayuntamientos tienen la obligación de empadronar a todas las personas que residan en su municipio, también si viven bajo un puente o en un cajero automático.

El derecho al empadronamiento es, pues, la puerta hacia los demás derechos –una puerta que a veces ya cuesta abrir. Por ley, todos los ayuntamientos tienen la obligación, a través de la Oficina de Atención al Ciudadano, de empadronar a todas las personas que residan en su municipio, también si viven bajo un puente o en un cajero automático, mediante la figura del “padrón sin domicilio fijo”.

Muchos consistorios, pero, no cumplen la ley y exigen un contrato de alquiler o de propiedad a la hora de empadronarse. Esta falta de garantías de un derecho básico ha hecho surgir un mercado irregular –otro– donde se puede comprar la posibilidad de empadronarse pagando hasta 500 euros anuales a personas nacionales españolas o extranjeras residentes para que te empadronen en su casa.

Hay distintas ONG, como Cruz Roja, o entidades y colectivos de la propia población migrante organizada, como Mujeres Pa’lante, que ofrecen asesoramiento para que esto no ocurra, pero muchas veces acaba siendo inevitable. Sea como sea, el objetivo de cualquier migrante una vez ha llegado al Estado español es empadronarse tan pronto como sea posible, porque solo entonces, cuando ya conste en el padrón, empezarán a acumularse realmente los días, las semanas y los años que necesita para llegar a regularizarse de la forma más común: el arraigo social.

El arraigo social lo consiguen aquellas personas que pueden demostrar, a través del padrón, que han vivido tres años consecutivos en territorio español.

Liza
Roncancio

Colombia

Periodista refugiada. Le denegaron el asilo y ahora está en situación irregular pensando tramitar un arraigo por formación.

El arraigo social es una de las modalidades de autorización temporal para vivir y trabajar en el Estado español durante un periodo de tiempo prorrogable. Lo consiguen aquellas personas que pueden demostrar, a través del padrón, que han vivido tres años consecutivos en territorio español y que cumplen otros requisitos como la obtención de uno o varios contratos de trabajo que sumen al menos treinta horas semanales, la ausencia de antecedentes penales, la realización de cursos de la lengua local –castellana, catalana o eusquera– y un informe que demuestre su integración social. La periodista colombiana Liza Roncancio, como miles de personas en situación irregular, ya reúnen todo lo necesario para llevar a cabo este arraigo, menos el contrato laboral.

Estos contratos, como en el caso de Eli González, se acaban haciendo realidad “gracias a personas de confianza que te hacen el favor; de otra forma, es muy difícil”, asegura la joven nicaragüense. Roncancio, por su parte, después de que le denegaran la solicitud de asilo, rápidamente descubrió que su mejor opción era optar por el arraigo social: “Yo he estudiado catalán, cultura catalana, un curso subvencionado de marketing digital… Tengo todos los requisitos. Solo me falta una oferta de contrato, pero, con la edad que tengo y sin papeles, ¿quién me va a contratar? Quedas realmente en un limbo, es un callejón sin salida”, se lamenta preocupada. Actualmente tiene esperanzas en la nueva reforma, en conseguir un arraigo por formación comprometiéndose a hacer otra formación, un nuevo camino para la regularización que todavía debe comprobarse si funciona.

El arraigo laboral, en cambio, permite obtener la residencia tras dos años viviendo en el país de forma continua, pero debes demostrar que has trabajado sin contrato un mínimo de seis meses. Para alcanzar esta vía, tienes que denunciar a tu contratador y una inspección de trabajo debe verificar que trabajas sin contrato, proceso que genera miedo y desconfianza dada la posibilidad de perder el trabajo o de perjudicar a las compañeras que te han ayudado hasta el momento. Este arraigo funciona sobre todo para aquellas solicitantes de asilo que han gozado de un permiso de trabajo durante el tiempo que eran solicitantes, pero, al ser denegadas, quedan en situación de irregularidad.

El arraigo familiar es el camino más rápido y más sencillo, pero es una opción que en muchos casos se presta a abusos.

Finalmente, el arraigo familiar permite a una persona con al menos un año en el país obtener la residencia si tiene una relación de parentesco directo con una persona de nacionalidad española, sea por ascendencia, descendencia, matrimonio o pareja de hecho. Este es el camino más rápido y más sencillo y, por lo tanto, el que muchas personas migradas intentan coger sea como sea, pero es una opción que en muchos casos se presta a abusos.

“Yo he conseguido el permiso de residencia pagándole a una persona de nacionalidad española para que hiciera el trámite de pareja de hecho conmigo. Esto ha implicado ocho pagos de 500 euros, que suman 4.000, y por eso él me ha empadronado en su casa”, explica Ana Isabel Ríos. Después de tres años sin volver a su país debido a la situación de irregularidad, la estudiante de comunicación colombiana pudo visitar a sus padres en Cali y pudo hacer las prácticas del máster que tenía paralizadas debido también a la falta de documentación: “Era imposible acabarlo sin realizar las prácticas en una empresa, pero ninguna empresa me aceptaba sin NIE. Estaba desesperada”.

Antes de encontrar a la persona que hoy es su pareja de hecho por conveniencia, buscando formas de encontrar una pareja con quien casarse, la estudiante colombiana tropezó con un bufete de abogados que pedía 8.000 euros por conseguirle una pareja y tramitarle el permiso de régimen comunitario como familiar de ciudadano de la Unión Europea. “Era demasiado dinero y, además, me pareció muy grave que los abogados fueran colombianos como yo”, explica Ríos.

Un mercado irregular más, alimentado sobre todo por otras personas migrantes ya regularizadas y precarizadas que buscan formas de obtener recursos económicos a través de las necesidades que saben –porque las han vivido– que otras personas atraviesan. Y es que salir de la irregularidad no significa salir del contínuum de violencias que las personas migrantes viven desde que se ven forzadas a huir de sus territorios. Se trata de un contínuum que no terminará mientras persista el racismo estructural global.

“Me amenaza con que me sacará del padrón de su casa si no le pago 500 euros cada año”, hecho que podría provocar la no renovación de su permiso de residencia.

Pero la pesadilla todavía no ha terminado. La joven colombiana denuncia que actualmente es “víctima de chantaje económico por parte de este señor: me amenaza con que me sacará del padrón de su casa si no le pago 500 euros cada año”. Dejar de aparecer en el padrón de su pareja de hecho podría provocar la no renovación de su permiso de residencia, pero “500 euros es mucho dinero para alguien que continúa teniendo una situación económica inestable como yo, que pretende enviar dinero a casa, a Colombia. Es muy complicado”, se lamenta indignada.

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las redes informales

son el SoPORTe
realmente
IMPRESCINDIBLE

Ante las violencias derivadas de la actuación de las administraciones públicas, la ley de extranjería y el racismo estructural de la sociedad, las mismas personas migrantes, sobre todo las que llevan más tiempo en el Estado español y ya han conseguido cierta estabilidad, construyen redes informales de apoyo mutuo para combatir los obstáculos de manera colectiva.


Es el caso de Mujeres Migrantes Diversas, Mujeres Pa’lante o Peruanísimas, colectivos de mujeres migrantes latinoamericanas que se han organizado para dar cobijo a todas aquellas que acaban de llegar, que necesitan información y asesoramiento para entender las opciones que tienen para conseguir estabilizarse en el nuevo territorio que pisan y que necesitan, sobre todo, encontrar trabajo irregular para poder sobrevivir.

Un sistema de asilo saturado

Los obstáculos para solicitar asilo y el 94% de denegaciones representan graves violencias contra quienes buscan refugio en el Estado español. El hecho de que pedir cita para solicitar protección internacional sea un periplo casi imposible de superar y que a un 94% de las personas que piden el estatus de refugio se les niegue son realidades que ponen en entredicho la garantía del derecho de asilo en el Estado español.

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un sistema
de asilo saturado

04

trayetoria de la regularización:

Carlos Cano
y Lucía Ixchíu

Guatemala

Comunicadoras sociales y activistas refugiadas. Consiguieron el estatus de refugio en diez meses.

“El exilio es la prisión más grande que existe”, aseguran Carlos Cano y Lucía Ixchiú, activistas y defensoras del territorio exiliadas desde Guatemala. “Pero, a la vez, el refugio es un arma que tenemos y no debería ser nunca un privilegio, sino un derecho”, añade ella, feminista comunitaria del pueblo indígena quiché.

SOLICITANTES De ASILO POR NACIONALIDAD En el estado español (2021)
fuente: ministerio de interior

SOLICITANTES De ASILO POR Género En el estado español (2021)
fuente: ministerio de interior

Establecido por la convención de Ginebra de 1951, el derecho de asilo es un derecho humano y una necesidad de millones de personas que se ven obligadas a huir de su casa. El Estado español, que regula este derecho a través de la Ley 12/2009, tiene desplegado un sistema de acogida profundamente externalizado a través de entidades, ONG y fundaciones, y está bastante saturado en las regiones más concurridas, como Barcelona, Madrid, Canarias, Ceuta o Melilla. Actualmente, hay al menos 104.000 solicitudes pendientes de gestionar: 104.000 personas esperan una respuesta decisiva para su vida.

Actualmente, el Estado español es el tercer país de Europa donde más asilo se solicita, después de Alemania y el Estado francés. Venezuela y Colombia son las nacionalidades que más solicitudes de asilo han presentado desde 2018. Perú, Honduras y Nicaragua también están entre las diez nacionalidades que más protección han solicitado al Estado español en 2021.

Al 94% de las personas que solicitan asilo se les deniega después de hasta tres años de espera.

Solicitantes de estas nacionalidades denuncian dos situaciones clave que ponen en cuestión la garantía de este derecho, una al inicio del proceso y la otra al final: por un lado, es muy complicado acceder a una cita para solicitar asilo y, por el otro, al 94% de las personas que lo llegan a solicitar se les deniega después de hasta tres años de espera.

Además, el camino precario –marcado muchas veces por la discriminación y las dificultades de cualquier migrante para conseguir vivienda, trabajo y, en definitiva, una vida digna– obliga a las solicitantes de asilo a llamar a puertas de ONG y fundaciones para poder acceder a los servicios de un sistema de acogida colapsado.

03.01

Un derecho sin garantías

“La visión del Estado español se centra más en la migración, se preocupa más por crear salidas a partir de la ley de extranjería que por estructurar elementos de asilo”

Juan Diego
Capaz

Colombia

Joven que acaba de huir de su territorio por amenazas, llegó al Estado español en agosto y está buscando una cita previa para pedir asilo.

“En este momento no hay citas previas” es el anuncio que le ha salido en la pantalla a Juan Diego Capaz cuando pretendía conseguir una cita para pedir asilo. Capaz es un joven indígena colombiano que ha tenido que salir de su territorio debido a amenazas de muerte por parte de grupos paramilitares. Ha podido llegar a Barcelona a través de redes informales de solidaridad y de una pequeña ONG, que le ha facilitado recursos para el vuelo y las primeras semanas de supervivencia –una red muy favorable de la que no todo el mundo dispone. Se ha asesorado bien y ha recibido acompañamiento jurídico por parte de entidades como la Fundación Bayt Al-Thaqafa. Por eso lo primero que sabe que debe hacer es empadronarse. A pesar de los obstáculos, lo consigue.

“En este momento no hay citas previas”, continúa saliendo en la pantalla cada vez que lo intenta. Un mes después de su llegada, ya ha pasado por tres casas solidarias diferentes y ha encontrado un contacto que le ofrece, por 80 euros, una cita para al cabo de dos meses en la ciudad vecina de Tarragona. “Estoy obligado a hacerlo porque, si no, se me acaba el permiso de turista y entonces no seré ni una mierda para el Estado español”, espeta enfadado. No sabe si fiarse del todo. De momento solo es una promesa. Cuando esta persona le entregue la cita, le pagará con lo poco que le queda.

Se están llegando a pagar hasta 500 euros por una cita previa para pedir asilo.

Desde la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado (CCAR) aseguran que les consta que se están llegando a pagar hasta 500 euros por una cita previa. “Es bastante decepcionante. Tener que salir de mi territorio, venir donde se supone que estaría mejor y tener que pagar para acceder a lo que se supone que es un derecho”, continúa Capaz.

Liza
Roncancio

Colombia

Periodista refugiada. Le denegaron el asilo y ahora está en situación irregular pensando tramitar un arraigo por formación.

Ha buscado trabajos informales, pero por el momento no ha tenido suerte. Sin papeles es muy complicado trabajar. A pesar de que es un poco tímido, con el paso de las semanas ha construido una red informal, sobre todo de personas colombianas como él y migradas en general, que se ha convertido en esencial para seguir adelante. Esta red le ha acabado de dar los consejos que necesitaba. Ahora sabe que, aunque consiga finalmente pedirlo, lo más probable es que le denieguen el asilo, como a su conterránea Liza Roncancio, periodista amenazada por su tarea informativa en Colombia. Dos años y una pandemia después de pedir asilo, le comunicaron que su solicitud había sido denegada, como la de 18.614 colombianas más solo en 2021.

Las personas a quienes se les deniega el asilo no tienen que abandonar el país en quince días, como indica la carta que les dan, sino que pueden permanecer en el país y esperar a tener tres años de empadronamiento para hacer arraigo social.

También le han explicado que, aunque se convierta en solicitante de asilo, siempre tendrá abierta la vía del arraigo familiar: conseguir pareja o encontrar a una persona con nacionalidad española dispuesta a compartir privilegios, firmar como pareja de hecho y obtener la residencia de este modo. “También es importante recordar que las personas a quienes se les deniega el asilo no tienen que abandonar el país en quince días como indica la carta que les dan, sino que pueden permanecer en el país y esperar a tener tres años de empadronamiento para hacer arraigo social. Por eso es tan importando el padrón”, clarifica Rodrigo Araneda, migrante chileno y presidente de ACATHI, una pequeña asociación que hace acompañamiento psicosocial a personas refugiadas de la comunidad LGTBIQ+ en Barcelona.

Según Araneda, un activista con mucha experiencia asesorando a solicitantes de refugio, “son muchas las personas que piden asilo para tener algún tipo de documentación durante un tiempo”, una consecuencia casi inevitable que se desprende de la perversidad ya referida de la ley de extranjería. “El asilo no es un tema central. La visión del Estado español se centra más en la migración, se preocupa más por crear salidas a partir de la ley de extranjería que por estructurar elementos de asilo”, continúa. Una muestra de esta dinámica es que la ley de asilo, aprobada el 2009, todavía no dispone de un reglamento que la desarrolle trece años más tarde.

El panorama no es el mejor, pero Juan Diego Capaz también sabe que solicitar asilo es la vía más rápida para obtener un permiso de trabajo, que todas consiguen al cabo de seis meses de formalizar la solicitud. Poder firmar un contrato laboral y cotizar será un gran paso hacia la estabilidad que pierde cualquier persona cuando migra. Además, a pesar de la situación de colapso, tendrá alguna posibilidad de entrar en el sistema de acogida, que le brindará lo básico para vivir mientras no encuentre trabajo.

03.02

Un sistema de acogida saturado

“La externalización lo que hace sobre todo es precarizar. Tener que cambiar de municipio es una violencia simbólica muy fuerte. Si encima tienes que volver a explicar tu historia una y otra vez, estás reviviéndola eternamente”

El régimen de fronteras global y la ley de extranjería española suponen las primeras violencias para las personas refugiadas. La siguiente, ya en ámbitos autonómicos y municipales, es encontrarse con la enorme dificultad de pedir asilo por la falta de citas previas. Pero todavía queda otra muy temida: un sistema burocrático que te obliga a ir a la policía para dejar constancia de la intención de solicitar asilo. Sí, la cita previa que tanto cuesta de conseguir “es una cita para pedir la cita, es así de burocrático”, asegura Araneda.

“Es una cita para pedir la cita, es así de burocrático”.

Por lo tanto, es obligatorio tratar con un cuerpo de seguridad –que a muchas les recuerda al actor armado que les perseguía en su país de origen– para obtener refugio en el que se considera un territorio seguro. “Es una revictimización total tener que dirigirme a la policía para conseguir asilo”, piensa Lucía Ixchiú, refugiada en el País Vasco junto con Cano.

Además, siempre con largos tiempos de espera. Actualmente, pueden llegar a pasar entre ocho meses y un año desde que aterrizan en el Estado español hasta que obtienen formalmente un documento, la tarjeta roja o una sencilla hoja blanca que les identifica como solicitantes de asilo con un número de identidad de extranjeros (NIE) provisional. “Hasta llegar a ese momento, vivimos tiempos muy duros, de absoluto desarraigo”, recuerda Ixchiú. “Es imposible generar arraigo cuando hemos vivido en cinco lugares diferentes en pocos meses. Nosotros somos nuestra propia casa”, añade su compañero, Carlos Cano.

A pesar de que alrededor de 70.000 personas piden asilo cada año, el sistema de acogida estatal dispone de unas 10.000 plazas.

En un circuito paralelo al de solicitar protección internacional, existe la posibilidad de acceder al sistema de acogida estatal, que incluye vivienda, alimentación, asesoramiento jurídico y laboral y atención psicológica. Actualmente, a pesar de que alrededor de 70.000 personas piden asilo cada año, el sistema de acogida estatal dispone de unas 10.000 plazas, que acaban siendo para las personas y familias en situación de más vulnerabilidad.

Y aquí es donde la terciarización o externalización de las funciones públicas es más pronunciada. Al sistema de acogida se accede solo a través de tres ONG: Cruz Roja, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) y Accem. “Acceder al programa es difícil. Hay una media de cuatro meses de espera”, explica Estel·la Pareja, directora de la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado (CCAR).

Sobre todo se complica para las que huyen de la violencia pero todavía no son formalmente solicitantes de asilo porque no hay citas previas disponibles para hacer el trámite. “En alguna ocasión se ha conseguido entrar en la lista para acceder al sistema de acogida con pantallazos que demuestran que no han podido pedir asilo”, declara Pareja.

Este laberinto ya suficientemente imposible se complica con la actitud que algunas entidades tienen hacia las solicitantes de refugio. “Como mujer indígena, fui víctima de racismo en Madrid, en casa de compañeros teóricamente solidarios, y también con el sistema de acogida estatal a través de CEAR”, asegura la activista Lucía Ixchiú. Si bien otras refugiadas han recibido un buen trato, son varias las que denuncian no haber sido suficientemente escuchadas o haber sufrido cambios de domicilio que las obligaban a alejarse de la red de apoyo que con dificultades ya habían construido.

“Tener que cambiar de municipio es una violencia simbólica muy fuerte”.

Gabriela
Poblet

Argentina

Antropóloga migrada hace 20 años especializada en La feminización de las migraciones.

“Si vienes de vivir violencia en tu país de origen y ahora eres refugiada, solicitante de asilo o, peor todavía, migrante forzosa a quien han denegado el asilo y tienes toda una historia de violencia pero no eres reconocida como refugiada y te leen como migrante económica… Si encima tienes que volver a explicar tu historia una y otra vez, estás reviviéndola eternamente”, reflexiona la antropóloga experta en migraciones Gabriela Poblet. “Tener que cambiar de municipio es una violencia simbólica muy fuerte”, añade.

En términos de acompañamiento sociojurídico de las personas solicitantes de asilo, el laberinto continúa. “Los dispositivos de acogida de estas entidades han aumentado, pero son un caos”, asegura Poblet. “La externalización lo que hace sobre todo es precarizar. La gente no sabe muy bien dónde va: acuden al SAIER, después a otro servicio, se sobreponen recursos y no entienden bien quien les lleva el proceso de asilo. Hay una falta de referentes claros”, sigue la antropóloga.

Como excepción a la situación general del Estado español, la ciudad de Barcelona es la única que cuenta con un servicio público municipal de asesoramiento, llamado Servicio de Atención a Inmigrantes, Emigrantes y Refugiados (SAIER), que lo que hace sustancialmente es derivar a otras entidades. Estel·la Pareja, de la CCAR, ve la parte positiva de esto: “Ante una tendencia neoliberal desde los años 80 de externalización de las funciones del estado, nosotros preferimos ser nosotros, la sociedad civil organizada en forma de entidades, las que gestionamos estos servicios que que sean empresas con fines de lucro”.

“Enfocar los sistemas de acogida desde una perspectiva de protección integral feminista, basada en la escucha de las necesidades de las personas”.

Para evitar los laberintos, la revictimización y las distintas violencias a las que se enfrentan las refugiadas, para poder ofrecer caminos de vida digna a las personas refugiadas, sería imprescindible enfocar los sistemas de acogida desde una perspectiva de protección integral feminista, basada en la escucha de las necesidades de las personas y en perseguir, desde un inicio, la autonomía individual en contextos comunitarios.

“Para mí, en cuanto a la acogida local, lo que se debe hacer es invertir dinero y tiempo en una primera entrevista y una segunda y una tercera con solo un referente, y bien hecha”, aconseja Poblet. “Una entrevista de primera acogida larga será mucho más efectiva porque conoceremos mejor a la persona, sabremos qué necesita, dónde derivarla, no irá a otras entidades y optimizaremos recursos”, sentencia.

03.03

El asilo como política exterior

“Es un tema estrictamente geopolítico. Cuando hablamos de migración, al final hablamos de relaciones internacionales, de intereses comerciales y políticos”

En los últimos cinco años, 120.000 venezolanas y 72.500 colombianas han pedido asilo al Estado español: casi 200.000 personas desplazadas forzosamente que aterrizan, en gran parte en Madrid y Barcelona, sin mucha red de apoyo. A la mayoría se les ha denegado la solicitud de refugio. La gran diferencia es que al 80% de las personas de Venezuela se les han otorgado permisos de residencia y trabajo de un año de duración por razones humanitarias y, en cambio, a las de Colombia y el resto de países de América Central, a pesar de vivir situaciones de violencia extrema, se les ha denegado cualquier tipo de ayuda a un 94% de los casos. “Las personas a quienes nos han negado el estatus de refugiadas quedamos en una situación de vulnerabilidad total, irregulares y sin poder volver al territorio”, explica la periodista colombiana Liza Roncancio.

“Es un tema estrictamente geopolítico. Cuando hablamos de migración, al final hablamos de relaciones internacionales, de intereses comerciales y políticos”, declara Poblet. Por un lado, más allá de los intereses particulares del Estado español con cada país, a Venezuela se le ha reconocido una situación de crisis humanitaria desde altavoces internacionales, mientras que con Colombia, a pesar de que siguen produciéndose enfrentamientos armados de forma cotidiana y hayan sido asesinados 1.300 líderes sociales en los últimos cinco años, el discurso imperante subraya los acuerdos de paz firmados en La Habana en 2016. Por otro lado, Colombia, a diferencia de Venezuela, es un aliado en cuanto a modelo económico, y conceder refugio a las personas que huyen de allí sería una forma indirecta de aceptar una situación de riesgo e inestabilidad que no conviene a los mercados.

Entre 2000 y 2004, el país de García Márquez y Ecuador eran los orígenes de “los mayores colectivos de migrantes latinoamericanas”, tal como recuerda Poblet. Entre 2018 y 2021, ha vuelto a subir su migración, que al llegar se apoya en las redes antiguas que ya se habían establecido en el Estado español. El primer pico se dio durante el gobierno de Álvaro Uribe, los falsos positivos y el paramilitarismo. El segundo pico, que a pesar de la llegada de la izquierda en el gobierno todavía se expande con la llegada constante de colombianos como Juan Diego Capaz, coincide con el gobierno de Iván Duque, pupilo de Uribe, y el retorno de la guerra pese a la firma de los acuerdos de paz de 2016.

A un 80% de las personas venezolanas solicitantes de asilo se les entrega protección internacional por razones humanitarias, mientras que solo a un 6% de las colombianas se les da refugio.

Por lo tanto, a pesar de afectar la situación jurídica y los derechos humanos de miles de personas, a causa de una decisión exclusivamente política y financiera, a un 80% de las personas venezolanas solicitantes de asilo se les entrega protección internacional por razones humanitarias, mientras que solo a un 6% de las colombianas se les da refugio.

tres mujeres
tres vulneraciones
tres resistencias

resistencias

Tres mujeres, tres historias de violencia que las obligan a huir de su territorio y tres violencias vividas en el Estado español como migrantes y solicitantes de asilo. El patriarcado y el racismo institucionales, pero también el machismo y el racismo estructurales camuflados en cada sector de la sociedad, operan vulnerando sus derechos fundamentales y los de sus hijos. Las redes informales de apoyo son, en todos los casos, la única forma de sobrevivir y superar estas violencias y sus secuelas.

eli
gonzález

maternidad secuestrada por la DGAIA

carolina
murcia

derecho al trabajo anulado por la transfobia

dalila
gonzález

reagrupamiento familiar autogestionado

investigación:

Berta Camprubí

Nacho Ibáñez

redacción:

Berta Camprubí

Corrección:

Èlia Olivan

Coordinación audiovisual:

marta pérez

Cámara:

Núria Gebellí

Marta Pérez

Guion audiovisual:

Berta Camprubí

Edició:

Àlex M. Verdejo

Marta Pérez

Color:

Àlex M. Verdejo

Fotografía:

Roser Gamonal

Miquel Muñoz

Victor Serri

Festivales Solidarios

diseño:

Gaizka pagonabarraga

(bildi grafiks)

desarrollo web:

Gaizka pagonabarraga

(bildi grafiks)

coordinación:

Miriam Blázquez

Berta Camprubí

montse carrillo

Irene Selvaggi

un proyecto de:

Con la colaboración de: